Ocurre un evento real que ninguno de nosotros elegimos consciente y racionalmente, hablo de real porque son hechos inamovibles que son tal y como son, no mentales, tipo “me han echado inesperadamente del trabajo, estoy enferma, mi pareja ha fallecido…” Y, en ese mismo instante de consciencia del hecho, el miedo se apodera de nosotros… nuestra mente, nuestro cuerpo, nuestro inconsciente se activa, todo nuestro sistema nervioso, endocrino y amigdalino también lo hace de una manera descontrolada, al servicio de rechazar esta situación tal y como es, de no vivir ni sentir su intensidad, de solucionarla lo antes posible para no mirar a lo que todas estas emociones al servicio del miedo apuntan.
El miedo funcional no es malo, es más, es imprescindible, gracias a el nuestra especie sigue viva, pues nos ayuda a defendernos o huir en una situación critica de vida, salvarnos de un incendio, defendernos de un ataque mortal, conocer nuestros límites para no arriesgar nuestra vida, para nuestro aprendizaje condicionado (si algo me ha sentado mal y he vomitado no lo vuelvo a comer), etc. Sin embargo, y más en estos tiempos contemporáneos que vivimos, rara vez nuestro miedo es funcional, la mayoría de las situaciones que vivimos que nos dan pánico y nos hace salir corriendo y tener miles de mecanismos/patrones y propuestas mentales son situaciones en la que nuestra vida no está comprometida a corto plazo, son situaciones que nos hacen viajar pensamiento a pensamiento hasta llegar a nuestro pensamiento/creencia generadora del miedo raíz, como puede ser miedo a estar solo en la vida, a no poder sobrevivir económicamente, ser absolutamente rechazado por los demás, miedo a morir sufriendo, miedo a no ser amado por nadie, en fin, miedo a que nuestra vida vaya siendo cada vez peor y peor y agonizante.
Este viaje del que os hablo, pensamiento a pensamiento, primeramente es abstracto, segundo es ilusorio pues no está ocurriendo en la realidad presente y tercero es disfuncional, simplemente porque es INÚTIL para sobreponernos y armonizar nuestra vivencia de la verdadera y real situación del momento presente. Ahora bien, gracias al miedo podemos ver todo esto, traerlo a la consciencia, al centro, al foco y poder desprogramar nuestros patrones inútiles.
Cuando descansamos en este miedo, cuando nos amamos tal y como somos en ese momento, despojado del trabajo, de la pareja, con síntomas de dolor, cuando no reaccionamos ante él, cuando nos familiarizamos con él, cuando no intentamos evitar este sufrimiento primerizo, cuando todo se derrumba y descanso en ello sin intentar buscar soluciones compulsivamente, en ese instante, este gesto, este vivir el miedo, este NO HACER en el miedo disfuncional es la puerta que nos lleva a la verdadera liberación, camino espiritual o vivir reguladamente y en armonía con lo que es y ocurre en el momento dado, llámalo como quieras y mejor resuenes con ello, pero de lo que se trata es de no morir ni caer en el secuestro amigdalino “eterno” en el intento.
Cuando realizamos este gesto de ponernos enfrente del miedo y NO HACER nada compulsivamente (cosa que es para mí HACER MUCHO) tenemos múltiples herramientas que podemos llevar a cabo para ello como puede ser la respiración profunda y consciente, meditación sensitiva, escritura, yoga, amarnos y ser compasivos profundamente con nosotros (autotratarnos bien en definitiva), sentir todo lo que venga sin hacer lo que nos dice el cerebro… y muchas más que cada uno resonará más o menos, pero no es la intención del escrito pararme en las herramientas y SÍ en la REALIDAD y vivencia FUNCIONAL del asunto.
Por supuesto que esto no es cómodo ni agradable en un principio y que requiere de entrenamiento y práctica, pero desde mi experiencia profunda y vital es la llave para armonizar, vivir, conectar, estar tranquilo y en paz frente a lo que más miedo te da y paradójicamente es TODO LO CONTRARIO a huir, buscar soluciones, automachacarse y seguir recreando todos nuestros patrones arcaicos basados en la falta de amor que un día (seguramente allá cuando eramos niños, adolescentes) nos funcionó en un momento dado.
Personalmente, todo lo expuesto anteriormente es muy “fácil” escribirlo y quizá entenderlo pero éste que escribe dicha verborrea es el primero en caer en el secuestro amigdalino y la búsqueda consecuente de solución compulsiva y en la huida del miedo cuando vive una situación que apunta a su pensamiento y miedo consecuente raíz, sin embargo, ahora sí, con la práctica cada vez el tiempo secuestrado y disociado es menor, la confianza es mayor, el autobuentrato también y el objetivo de que todo sea perfecto tal y como yo creo también está más disuelto.
En última instancia quién soy yo para tratarme así de mal, quién soy yo para negociar con el universo y con los hechos de la vida, quién soy yo, a quién quiero demostrar, qué es el esfuerzo desmedido para sobrevivir arrastrándome y prostituyéndome, sin ser lo que soy REALMENTE:
un humilde ser vivo, imperfecto y vulnerable, tres adjetivos preciosos y maravillosos que amo cada día más y que me dejan descansar y dar cariño a los y lo demás sin CONDICIONES, en definitiva Vivir (No sobrevivir) sin más.
Sergy Durden