ÁREAS DE INTERVENCIÓN
¿Qué es un trastorno del estado anímico?
Los trastornos o problemas del estado anímico se manifiestan con grados variables de depresión, euforia o irritabilidad y se asocian a un significativo malestar e incapacidad de llevar a cabo las labores que uno desea realizar en su día a día.
El ánimo es el estado mantenido de emocionalidad interna de una persona, mientras que el afecto es la expresión externa de un cierto contenido emocional en un momento dado. Es normal experimentar un amplio rango de ánimos y afectos, respondiendo a condicionantes externos e internos.
Generalmente, existe la capacidad de controlar sus manifestaciones cuando éstas son adaptativas. Pero, cuando el ánimo de una persona se enferma y se produce un episodio anímico, existe una pérdida de esa sensación de control, apareciendo aflicción subjetiva, alteraciones neurovegetativas y cambios persistentes en la capacidad funcional.
¿Emociones positivas y negativas?
No hay emociones positivas y negativas. Las emociones están ahí para darnos información valiosa sobre nuestro organismo. Nos ayudan a recogernos cuando estamos tristes o a ir con atención cuando tenemos miedo. El problema es cuando las rechazamos, entonces se vuelven desadaptativas, ya que todo aquello que evite vivir va a ocasionar inevitablemente sufrimiento.
Cambios en algunos aspectos emocionales, como la tristeza durante un duelo o la aflicción subjetiva en momentos difíciles o de cambio, no constituyen necesariamente un problema, sino emociones difíciles que se viven a lo largo de la vida por el simple hecho de que son tan necesarias e importantes como las demás.
Como comentaba anteriormente, el problema aparece cuando se rechazan esas emociones difíciles, evitar sentir algo siempre nos va a traer consecuencias de malestar, en este caso, dicho estado de ánimo se hace patente en situaciones cotidianas, afecta a otras áreas importantes de la vida (social, laboral, etc.) y durante un periodo prolongado de tiempo.
¿Cómo se puede solucionar un problema de este tipo?
Haciendo consciente aquello que estoy intentando no sentir, no vivir, no mirar. Observar con que tiene relación e ir integrándolo.
Normalmente, una emoción evitada está asociada a un recuerdo que me produjo mucho malestar, quizás de tipo traumático, por lo que ir a resolverlo y calmarlo es muy importante para que nuestra relación con las emociones que experimentamos en el día a día se puedan vivir abiertamente.
Para ello, Mindfulness nos ayuda a tomar consciencia de todos esos lugares en mi interior, y junto a un profesional, ir resolviéndonos y liberándonos de ellos.
Tipos
Aunque el más común y coloquial es la depresión, vamos a ver alguno más…
Depresión
Se caracteriza por la manifestación de un estado de ánimo bajo la mayor parte del día, sintiéndose triste, vacío, etc. donde disminuye acusadamente el interés o capacidad para experimentar placer en todas o casi todas las actividades que antes si lo producían. También se dan variaciones en el peso, el apetito, el sueño, acusada falta de energía…
Casi cada día, se viven sentimientos de inutilidad o culpa excesivos e inapropiados, incluso de muerte e ideación suicida.
Todo ello produce una gran disminución de la capacidad para concentrarse, pensar, tomar decisiones, etc.
Trastorno Bipolar
Un episodio anímico puede ser de elevación patológica (episodios de manía e hipomanía) o de caída o disminución patológica del ánimo (episodio depresivo mayor y distímico). La naturaleza del episodio presente y la de eventuales episodios anímicos previos, determinan qué tipo de trastorno del ánimo sufre un individuo…
También conocido como la depresión maníaca, un problema bipolar incluye episodios serios de manía (aumento de energía, actividad, inquietud, pensamientos rápidos y el hablar rápido, negación de que existe algún problema…) y depresión (ánimo persistente de tristeza, ansiedad o de soledad, sentimientos de desesperanza, culpa, pesimismo, desvalorización o impotencia…), causando cambios drásticos de temperamento, con períodos de temperamento normal entre ellos.
Distimia
Las personas que padecen distimia a menudo tienen una pérdida de interés en las actividades diarias normales; sienten desesperanza, rabia y/o culpa, una baja autoestima y una falta de rendimiento, energía y productividad en el día a día, así como fatiga, dificultad para concentrarse o tomar decisiones. Estos síntomas pueden afectar tanto a la alimentación como al sueño y, típicamente, aparecen y desaparecen en un período de años, donde su intensidad puede variar con el tiempo, caracterizándose sobre todo por una personalidad melancólica.
La diferencia entre la depresión y la distimia es que en la distimia el estado de ánimo no es tan bajo o severo como en la depresión y su duración ha de ser mayor para realizar el diagnóstico.