La alimentación es un acto que la mayoría de las veces hacemos de manera inconsciente, sin tener en cuenta la información que proviene de nuestro organismo.
Partamos de que cada cuerpo es diferente y tiene necesidades distintas, por ello lo que a cada persona le sirve en relación a la alimentación es completamente diferente (alimento, cantidad, frecuencia, horarios…)
Seamos conscientes de que estamos invadidos por modas alimentarias y de estilo de vida, y está genial que lo probemos, pero para ver si va conmigo y me sienta bien o, por el contrario, mi cuerpo se siente mejor con otro tipo de rutinas, como por ejemplo el famoso ayuno intermitente que ha cogido tanto espacio en los últimos tiempos
Por ello, es tan importante en esta área que conozcamos cómo funciona nuestro organismo, afinemos la escucha de nuestro cuerpo y, así, podamos darle lo que sí necesita y no lo que le dicta nuestra mente o condicionamiento
Algunos aspectos a tener en cuenta para reconocer nuestro estilo de alimentación son los diferentes tipos de hambre que experimentamos a través de nuestros sentidos:
Hambre visual: Ojos
Ese hambre que aparece cuando ves un alimento, por ejemplo, el postre que le llevan a los de la mesa de al lado. Quizás estás lleno, pero al mirar ese plato aparecen las ganas de comerlo.
Es importante observar las sensaciones del cuerpo, el estado de llenado, lo que necesita, etc. antes de hacer algo que pueda ser poco cuidadoso para ti, algo que pasa con bastante frecuencia.
Hambre olfativo: Nariz
El hambre del olfato aparece, por ejemplo, al pasar por una panadería y oler el pan recién hecho, el olor de las palomitas en el cine, cuando alguien está cocinando y justo entras en la cocina…
Hambre táctil: Piel
Es el hambre que se despierta al tocar el alimento con las manos, como la pizza o las croquetas, la textura, temperatura, grasa… todos esos aspectos también producen atracción despertando la sensación de hambre.
Hambre auditivo: Oído
Un claro ejemplo de hambre auditiva puede ser cuando estamos sentados en el cine y escuchamos a la gente alrededor comer palomitas, el sonido de una bolsa de patatas fritas, el envoltorio de una chocolatina, el “krunchi” de algunos alimentos… esos estímulos pueden hacer que sintamos ganas de ir a por esos alimentos independientemente de otras sensaciones físicas.
Hambre gustativo: Boca
Este hambre es responsable de la adicción a ciertos sabores. Cuando comes algo suave, cremoso, lleno de sabor dulce… De hecho, muchas veces sólo imaginar el sabor y textura de un alimento hace que empecemos a salivar.
Importante recordar que el exceso de azúcar, sal y aditivos (potenciadores del sabor) están modificando nuestro paladar y hacen que no tengamos tanta sensibilidad a la hora de saborear, pero con consciencia en el acto de comer es posible, ya que el paladar es modificable, de manera que el placer que sentimos con una cantidad de azúcar o edulcorante podemos seguir sintiéndolo si vamos rebajando poco a poco.
Hambre estomacal: Estómago
Solemos tener dificultades a la hora de percibir las señales de nuestro estómago. Muchas veces estamos llenos, pero nuestra boca está con ganas de más estimulación.
Para tener más capacidad de percepción es importante antes de comer valoremos cómo está nuestro estómago, reconociendo poco a poco las señales de llenado, y de esta forma poder alimentarnos de manera más saludable, con lo que sí necesitamos.
Hambre fisiológico: Cuerpo/Células
El hambre fisiológico es el que surge, por ejemplo, cuando estamos faltos de vitaminas y el cuerpo nos pide un zumo de naranja, cuando en invierno nos pide un puchero calentito o en verano una fruta con mucha agua. Pero es sutil, escuchar con atención que necesita el cuerpo es un ejercicio también de consciencia del cuerpo, de conocimiento de mi organismo y, sobre todo, de honestidad, ya que a veces nuestra mente nos dice que necesito algo pero el cuerpo no está en alineación con ello.
Hambre mental: Mente
El hambre mental está muy sintonizada por la hora, la moda, calorías e información nutricional; también caracterizada por las palabras: “debería”, “no debería”, “nunca”, “siempre”, “bueno”, “malo”, moda, calorías o información nutricional.
Es importante ser consciente de esos pensamientos ya que, sino pueden dirigirnos
a tener una alimentación que no es la más adecuada para mi organismo, así como
sentirnos mal por no cumplir con aquello que nuestra mente nos está dictando.
Hambre emocional: Corazón
El hambre emocional, el que dicta cuando calmarse a través de la comida, también el que pone la emoción a los alimentos… esa comida que hace la abuela, un chocolate calentito en casa de mis padres…
También el que intenta calmarse cundo se siente tristeza o nerviosismo con alimentos calóricos (snacks, chocolate…)
Es el responsable de patologías como la bulimia, trastorno por atracón, y similares, donde se usa la comida para calmar emociones que se sienten difíciles.
Me encanta
Me alegra mucho ! Gracias por compartir 🙏🏼