¿Falta nos hace? Igual un poco sí… Pero no el abrazo carente de sentido que damos por protocolo, sino aquel que al darlo nos lo estamos dando; ese abrazo que te incluye y del que forma parte todo tu ser; ese abrazo que puede tocar a otro ser o simplemente acompañarte, ese abrazo compasivo que te das cuando estás nervioso por algo y no puedes dormir, ese abrazo que no juzga, solo sonríe tímido e ilumina el alma
Y ahora vamos con algunos datos menos poéticos pero muy importantes…
El abrazo es uno de esos gestos que estaría bien formara parte de nuestro repertorio cotidiano. Constituye una forma particularmente íntima de expresar el afecto mediante el contacto físico. Al abrazarnos expresamos nuestros sentimientos, comunicamos nuestra empatía y nuestro apoyo y consolidamos nuestros vínculos de humanidad con los demás. Y además de todo ello, los abrazos contribuyen a mejorar nuestra salud, aliviar nuestro pesar y hacernos más felices
La neurociencia habla de los abrazos
El cerebro procesa de forma especial el contacto físico, hasta el punto de llegar a confundir la idea del yo con la del otro.
Que importante es abrazar, ¿no?
Y qué importante saber pedir un abrazo…
NAZARETH CASTELLANOS
Según la neurociencia los abrazos, -el contacto físico, en general-, es necesario para el desarrollo saludable de nuestros cerebros. En el abrazo se activan determinados receptores en nuestra piel que responden a la presión suave y envían señales directamente hacia el nervio vago. Este nervio está conectado con fibras nerviosas que alcanzan a un gran número de órganos que desempeñan funciones cruciales en la autorregulación de nuestro organismo. Por ello, los abrazos contribuyen a disminuir la frecuencia cardíaca y la presión arterial mejorando así nuestra salud cardiovascular. También alivian nuestra ansiedad y reducen nuestro nivel de estrés percibido.
“La oxitocina es la hormona de la empatía, la hormona de de los abrazos”, asegura la doctora. Pero lo que funciona según explica ella son abrazos de más de 8 segundos. Ese es el tiempo que necesita el cuerpo, según nos cuenta la doctora, para libera la hormona de la oxitocina. Abrazos de más de 8 segundos, bajan el cortisol, hablar con alguien a los ojos y escucharle” baja el cortisol.
MARIAN ROJAS
Los abrazos alcanzan zonas de nuestro cerebro importantes en nuestro bienestar. Un abrazo, por ejemplo, estimula la liberación de oxitocina, un neurotransmisor que actúa en el sistema límbico ayudándonos a regular nuestras emociones, disminuir nuestro estrés y fortalecer nuestra confianza y conexión emocional con los demás. Igualmente, los abrazos se han relacionado con la liberación de dopamina asociada a la motivación, el placer y la memoria y con la serotonina, asociada con el estado de ánimo y el sueño. Abrazarnos, en fin, nos proporciona una experiencia íntima de conexión, de sentirnos valorados, apreciados, sostenidos, amados… y esa es una buena base, suficientemente segura, para seguir creciendo en la vida.
También la teoría evolutiva…
Gestos como el del abrazo están cableados en nuestro organismo como fruto de nuestra evolución. Responde a nuestra sociabilidad, a nuestra necesidad de los demás para ser y crecer. Expresa nuestra necesidad de aproximación, de cobijo, de pertenencia. Tal vez por ello nos abrazamos cuando celebramos un logro, cuando nos sentimos tristes o doloridos, cuando nos reconocemos o cuando estrechamos nuestra amistad y nuestros vínculos.
1. Numerosos experimentos han mostrado que recibir abrazos reduce los niveles de ansiedad en personas de todas las edades.
2. Recibir abrazos de las personas más cercanas nos hace tener menor incidencia de enfermedades cardiovasculares
3. Las mujeres en la etapa de per-menopausia que reciben más abrazos de sus parejas tienen menos problemas de presión arterial, y mayores niveles de oxitocina.
NAZARETH CASTELLANOS
Y podemos verificar con nuestra experiencia si esto tiene sentido para mí…
Ahora que se acercan las fiestas navideñas y con ellas el reencuentro y la celebración, tal vez sea un momento propicio para agudizar nuestra atención y cultivar expresamente el gesto del abrazo. Tal vez podamos hacernos presentes y percibir las sensaciones que recorren nuestro cuerpo cuando abrazamos y somos abrazados por los demás. ¿Cómo se siente el estar entre los brazos de otro ser humano?… ¿Cómo es la actitud con la que me hago presente en el interior de un abrazo?… ¿Qué noto vivo en mí, qué se despierta?… ¿Qué eco o qué huella deja un abrazo cuando nuestros cuerpos comienzan a despegarse?…
Hacer del abrazo un gesto cotidiano. A la manera del shikantaza, “tan solo abrazar”. Tal vez en el gesto descubramos que donde había un yo y un tú comienzan a desdibujarse las fronteras y, de pronto, dejan de haberlos y ya no hay ni un yo ni hay un tú ahí. Tal vez pueda ser que el abrazo también sea el reino celestial del no-dos.
Texto basado el artículo de Nube Vacía,
línea Zen